LA DESTITUCIÓN DE DILMA ROUSSEFF Y LA DESCOMPOSICIÓN INSTITUCIONAL EN BRASIL: LOS DESAFÍOS QUE SE ABREN PARA EL PUEBLO
*Por Fernando Vilardo (Legislador CABA e integrante de AyL)
Ir más allá de la polarización…
Ese es el primer gran desafío. No es fácil ni sencillo hacerlo pero vemos que es el único camino para la construcción de una verdadera alternativa política, y que para ello las actuales condiciones representan una gran oportunidad, porque permiten exponer y denunciar el carácter antidemocrático de las instituciones de la burguesía. Esta oportunidad no siempre se encuentra tan abiertamente visible como en estos momentos. Más bien lo contrario, en la mayoría de los casos la hegemonía política de la clase dominante es el resultado del convencimiento de las mayorías populares y del pueblo trabajador que el gobierno instituido representa ni más ni menos que su propio gobierno. Sobre esta base la burguesía fundamenta su legitimación mediante la cual nos dominan, nos atan las manos, nos arrinconan hacia el “posibilismo”, nos constriñen a ser meros seleccionadores de “gobiernos de turno” para impedir constituirnos en verdaderos sujetos de lucha, algo esencial en la construcción de una alternativa socialista.
Pero en Brasil, el grado de descomposición institucional puso en evidencia el verdadero rostro del Régimen político de quiénes nos dominan. Todo el espectáculo montado alrededor del impeachment, expone y desnuda a todas sus fuerzas políticas, incluido al mismo PT. Las maniobras de un lado y del otro para sostenerse en el poder tanto como para apropiárselo se han destacado ya sea en el PT, con el ofrecimiento de cargos y ministerios, como en los partidos principales de la oposición (PMDB – PSDB) que apelaron a golpes bajos y discursos reaccionarios. La gran mayoría de los legisladores tanto oficialistas como opositores se encuentran denunciados por corrupción, lo que muestra claramente el nivel de entrelazamiento de los intereses capitalistas con sus propias fuerzas políticas; entrelazamiento que el poder político dominante intenta por todos los medios posibles ocultar pero que en este caso el nivel de exposición lo ha puesto en superficie. La operación Lava Jato aportó evidencias respecto a las coimas que recibieron gran parte de los legisladores de parte de contratistas vinculadas a Petrobras (por este hecho fue detenido el CEO de la principal empresa contratista Oderbrecht, y también están involucrados en el pago de coimas los gerentes de otras empresas constructoras, como Techint). Por su parte los dos principales miembros de la oposición que impulsaron la destitución de Rousseff, el actual presidente Michel Temer, y el ex presidente de la cámara de diputados Eduardo Cunha, se encuentran procesados, así como también el ex presidente Lula. Tampoco hay que olvidar que la ya destituida Dilma Rousseff asumió su segundo mandato gracias a la alianza que concretó con el opositor PMDB, el mismo al que hoy acusa de “traidor”. Que el pueblo trabajador no haya construído todavía una alternativa política anticapitalista y de clase, algo para lo cual los gobiernos “nacional y populares” de la región han sido realmente un obstáculo, permite hoy a la burguesía intentar avanzar en esa dirección
Es por esto que el proceso de destitución de Dilma Rousseff representa, para nosotros, la posibilidad y la obligación que el mismo sistema pone al desnudo para denunciar los mecanismos institucionales propios del Régimen que todas estas fuerzas políticas defienden y reproducen. No hay que olvidarse que la misma ex presidenta expuso su defensa frente a los senadores, a pesar de haberlos denunciado de golpistas. Es decir, de alguna manera su defensa no hace más que legitimar el proceso de destitución. Como tampoco hay que dejar de señalar que quiénes han impulsado el impeachment no han dejado de ceñirse en ningún momento a los mecanismos institucionales para llevarlo adelante.
¿Fue un “Golpe” lo que destituyó al Dilma Rousseff?
Contestar esta pregunta no es menor ya que tal nivel de polarización radica especialmente en este interrogante. Quienes contestan afirmativamente a esta pregunta, incluso para advertir sobre un supuesto escenario “golpista” y de “avance de la derecha” en la región, suelen hacerlo en forma indistinta como “golpe blando”, “golpe parlamentario”, “golpe institucional” o “golpe” a secas. La ambigüedad e imprecisión de esta caracterización no puede resultar ajena para quienes entendemos que es la lucha (extraparlamentaria) obrera y popular el camino para lo construcción del socialismo. Por eso no se trata de una discusión terminológica sino de caracterización política. La pregunta que debemos hacernos para ello no puede dejar lugar para la ambigüedad: ¿están en juego las libertades democráticas con el impeachment? ¿existe un intento por anular la Constitución? ¿se ha eliminado el derecho a huelga, la libertad de expresión, de manifestarse o de reclamar? ¿se han desconocido los derechos de las fuerzas políticas de la clase obrera a presentarse en elecciones? Es decir, ¿están en riesgo las más elementales reglas de juego de la democracia burguesa? Todas estas preguntan son válidas porque de contestarse afirmativamente, lo que típicamente podría denominarse “golpe” (aunque insistimos, no es una cuestión terminológica sino de caracterización política), entonces la defensa de cualquier gobierno burgués para impedir que no se avasallen estos derechos debería ser prioritaria para cualquier agrupación política democrática. Pero justamente no es lo que caracterizamos que está ocurriendo en este momento en Brasil. Nada de esto creemos realmente que se encuentre en riesgo. A diferencia sí de lo que han planteado, aquí y en toda la región, varios sectores del progresismo, e incluso también fuerzas de la izquierda clásica, al señalar y denunciar el escenario “golpista” que supuestamente allí se estaba desarrollando. ¿Qué posición –podríamos preguntarnos– asumirían estas fuerzas políticas en el caso de que con el correr de los días el mismo Temer termine siendo removido con prácticas y mecanismos similares a las que utilizaron para remover a Rousseff? ¿Se manifestarían también en contra del “golpe parlamentario”? Por el nivel de descomposición institucional que existe (no nos olvidemos que Temer se encuentra actualmente procesado) creemos que estas son preguntas absolutamente pertinentes frente a posibles escenarios y contestarlas exigen coherencia.
En este punto es fundamental ser sumamente claros y contundentes: si lo que está en juego son las libertades democráticas (aún las de esta limitada democracia), no dudaríamos un instante en defender cualquier gobierno, sea el de Rousseff o el de Temer, pero si nada de esto está en juego, entonces estamos ante un problema político de orden completamente diferente que en este caso conviene precisar.
¿Por qué defender al gobierno del PT?
En el fondo la discusión sobre el “golpe” en Brasil trae consigo una discusión que va más allá de la caracterización del proceso que se está desarrollando en aquél país. Para la mayoría de quienes denuncian el “golpe” lo esencial pasa por la defensa irrestricta al gobierno de Dilma Rousseff. Lo esencial pasa por denunciar el “avance de la derecha”. Una denuncia que no cuestionamos en cuanto a la legitimidad que pueda tener en algunos sectores democráticos de la población, pero que sin embargo conviene tener presente para saber qué se está discutiendo y, por sobre todas las cosas, qué es lo que está en juego para la lucha y los desafíos del pueblo trabajador. Llegado a este punto entonces lo que hay que poner en discusión es la caracterización misma del PT y su gobierno, porque quienes se han movilizado lo han hecho, principalmente, por características que algunas fuerzas políticas definen como progresivas. Por el contrario, nosotros creemos que el PT no ha llevado adelante ninguna transformación estructural ni tampoco institucional que ponga en el horizonte político una salida anticapitalista, que es por lo que luchamos. Muy por el contrario, el gobierno de Lula, primero, y el de Rousseff, después, concedió enormes beneficios a las distintas fracciones del capital, especialmente al financiero y al industrial y también al agronegocio, mientras que solo se limitó, principalmente en la primera etapa, a una política social asistencialista buscando minimizar la miseria brasileña. Por eso mismo contó siempre con el apoyo de los poderes económicos dominantes. En ese sentido la política del PT fue clara desde el principio: ampliación del mercado interno; incentivos a la producción de commodities para la exportación (beneficiando especialmente al capital vinculado con el agronegocio); reducción de impuestos beneficiando a los grandes capitales (industria, construcción civil, etc.); manteniendo una política financiera protectora –durante gran parte de su gobierno– de intereses altos, buscando garantizar el apoyo del sistema financiero. A esto hay que agregar los miles de millones de dólares destinados a pagos de la Deuda Externa y su completo alineamiento al capital financiero internacional. Ser parte de los BRICS, asimismo, representó el gran proyecto de la burguesía brasileña que ha tenido al PT, al menos hasta ahora, como la gran punta de lanza dentro sus alternativas políticas.
Pero también hay que señalar que esta estructura económica que se mantuvo intacta para beneficio principalmente de estas distintas fracciones del capital, fue sostenida y reproducida por un Régimen e instituciones que hoy muestran un nivel de podredumbre y descomposición de una profundidad inocultable. No solo que el PT no propició ni estimuló nada alternativo a ello, sino que, muy por el contrario, utilizó todas las maniobras, toda la mugre institucional, al servicio del gran capital. Sin ir más lejos el llamado “mensalao” no ha sido otra cosa que el mecanismo mediante el cual el oficialismo utilizó dinero público para conseguir los votos de la bancada del PMDB y así aprobar sus propios proyectos, esa misma fuerza “opositora” hoy catalogada de “traidora”, “golpista” y como parte de una “avanzada de la derecha”.
El obstáculo del PT para lo que podría haber sido la construcción alternativa de una política obrera e independiente, ha quedado de manifiesto además por sus estrechos lazos con la burocracia sindical (CUT, CTB, etc.) de la que se ha servido para la regulación de los conflictos clasistas. Del mismo modo el PT ha extendido su inserción –y control– en el movimiento de masas a través del Movimiento Sin Tierra y de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE).
En conclusión, el PT no se ha movido un ápice de cualquier otro Partido del Orden burgués que pone a disposición para el mantenimiento del statu quo a todas las fuerzas burocráticas e institucionales que tiene a su alcance, obstaculizando cualquier germen de auto-organización y de independencia política de los/as trabajadores/as en su lucha por construir una alternativa socialista. Volvemos así a la pregunta que dio inicio a este punto: ¿por qué entonces defender a un gobierno completamente integrado al Régimen?
Todo parece indicar que lo que se ha expresado en ambas cámaras legislativas no es más que una disputa inter-burguesa sobre quién toma las riendas políticas de un país ya entrado en plena crisis y cuyo camino va en la dirección de resolverla de la única forma que tienen los empresarios: descargándola sobre los trabajadores/as, tal como ya lo venía haciendo el mismo PT en los últimos años. La necesidad de profundizar este ajuste y la poca confianza que un sector de ese empresariado viene depositando en el PT para esa tarea, puede ser una hipótesis verosímil para explicar este escenario, sobre todo a partir de que en los últimos años el oficialismo fue mermando su capacidad para regular y contener la protesta social, fundamentalmente debido a la pérdida de apoyo de un joven proletariado precarizado castigado por el aumento de la tasa de desempleo.
Es en este marco que vemos necesario no quedar atrapados bajo ningún aspecto en una polarización que calificamos completamente ajena a los intereses reales del pueblo trabajador brasileño. Bajo esa polarización, alimentada y estimulada por la denuncia del “golpe”, se corre el eje de lo que vemos realmente importante en todo ese proceso: una profundización brutal de la crisis política que condujo a la caída del gobierno petista pero que fundamentalmente termina siendo sustituido por otro tan frágil o más que el anterior (algunas encuestas señalan que el nivel de aprobación de Temer ronda el 2 %). Una debilidad y descomposición que no es patrimonio exclusivo del Régimen brasileño, sino que forma parte de un cuadro más general de la crisis de hegemonía de la burguesía en el mundo. Las instituciones de quienes nos dominan se encuentran fuertemente corroídas en su legitimidad como resultado de la crisis capitalista internacional que le quita a los partidos del Régimen un margen político y económico cada vez mayor para realizar reformas en beneficios de los pueblos. La política se reduce a fuegos de artificio. La principal diferencia entre los partidos que nos gobiernan es de velocidades en la aplicación de un modelo que no deja otra alternativa que la resistencia. Si algo muestra el proceso abierto en Brasil es precisamente este escenario y sobre todo este desafío.
Mantener independencia política es clave para estar en el lugar de enfrentar y denunciar al Régimen propio de quiénes nos dominan.
El camino para construir una alternativa
Este escenario nos desafía profundamente. Creemos que es una gran obligación y es la oportunidad para denunciar al Régimen en su conjunto. La crisis institucional por la que atraviese la burguesía brasileña abre una inmejorable oportunidad para la construcción de contra-poder desde abajo. La debilidad de los de arriba debe ser transformada en la fortaleza del pueblo trabajador en la construcción de una alternativa política con independencia de clase. Lo contrario, movilizarse para fortalecer una facción del poder burgués –PT– puede ser mortal para el movimiento obrero. Del mismo modo que creemos que denunciar los “golpes parlamentarios”, “blandos” o “institucionales” de la derecha, nos desarma teórica y prácticamente para avanzar en la construcción de una alternativa anticapitalista. Porque en definitiva no creemos que se trate de un “avance de la derecha” en la región sino de un reciclaje de la burguesía a partir de los nuevos procesos de acumulación que se pueden abrir en un escenario internacional diferente al de años atrás. Que el pueblo trabajador no haya construído todavía una alternativa política anticapitalista y de clase, algo para lo cual los gobiernos “nacional y populares” de la región han sido realmente un obstáculo, permite hoy a la burguesía intentar avanzar en esa dirección
Por todo esto es que vemos imprescindible que el conjunto del pueblo trabajador y los sectores populares, peleen desde abajo por una salida alternativa tanto al gobierno del PT como de los partidos de la oposición. Para lograrlo el camino es el de construir desde los lugares de trabajo la huelga general y la movilización juvenil y popular necesaria para conquistar, frente a este nivel general de descomposición de la dirigencia política y la complicidad de las centrales sindicales mayoritarias, una asamblea constituyente donde se debata, frente al país del saqueo y explotación empresaria y sus instituciones corrompidas y antidemocráticas, un proyecto alternativo en el que el pueblo trabajador mande y decida. Un proyecto al servicio de las necesidades obreras y populares.