Lo que las inundaciones no pudieron tapar…
*Por Fernando Vilardo (integrante de Autodeterminación y Libertad)
Si uno pudiera hacer una “historia de las inundaciones” se encontraría con un común denominador que, precisamente por ser eso, “común”, deja de ser original, novedoso, excepcional. Más allá de los dichos de Capitanich en referencia a los “records históricos” de lluvias a las que estamos asistiendo en los últimos tiempos, resulta imposible ocultar a esta altura que la causa de este nuevo crimen social es la misma de siempre: un modelo de organizar la sociedad para unos pocos. Un modelo que castiga al pueblo trabajador, al pobre, al excluido. Un modelo que margina.
Las obras hidráulicas que no se hicieron en la Provincia de Buenos Aires, con un presupuesto que ha sido ejecutado hasta la fecha en un 9,5 % de lo planificado por el programa para el Control de Inundaciones, podría ser desidia pero no lo es. Como tampoco es desidia la “solución” que desde el gobierno de la Provincia le ofrecieron a los damnificados: créditos “baratos” al 15 % (¡¡nunca se deja de lado el negocio capitalista!!).Lo que está en descomposición no son los Scioli ni los Massa, lo que está en descomposición es el capitalismo y sus instituciones. Por eso resulta perfectamente “compatible” que inundaciones como esta última o la de La Plata que afectaron a miles de personas se genere luego de años de crecimiento económico a tasas históricas. Se sabe quiénes fueron los principales beneficiarios de ese crecimiento, los que, al decir de la Presidenta, “se la llevaron en pala”. Una oferta que contrasta con los enormes beneficios impositivos que se le otorgan a las patronales agropecuarias. Los cinco mil bonaerenses que tuvieron que dejar sus casas son la contracara del “boom de la construcción”, de las edificaciones de lujo y de la especulación inmobiliaria. La complicidad de los gobiernos en todos sus niveles, municipal, provincial y nacional, con los sectores más ricos de la sociedad, con los que viven de explotar a la mayoría del pueblo, evidencia que no hay desidia en todo esto, no hay “errores” políticos, hay políticas acertadas en beneficio de unos pocos. La formidable suma de dólares que ingresaron por exportaciones al país durante la “década ganada”, a tal punto que algunos especialistas afirman ser equivalente a los “sesenta años previos al kirchnerismo” (http://www.laizquierdadiario.com/La-economia-despues-del-Griefault-deterioro-del-poder-adquisitivo-la-escasez-de-dolares-y-recesion), de poco sirvieron para los cinco mil bonaerenses. Detrás del “relato” se esconde la realidad… aunque de tanto en tanto una inundación la lleve hacia la superficie y la vuelva inocultable.
Pero habría que agregar un capítulo en esta “historia de las inundaciones” que podría llegar a ser relativamente novedoso. O al menos un síntoma de estos tiempos, tiempos que se abrieron allá por el 2001. Estas inundaciones pusieron al desnudo en forma dramática la crisis de representación política de estos tiempos, la enorme distancia que separa al pueblo de los dirigentes políticos y de las instituciones en general, vistas cada vez menos como los ámbitos de resolución de los problemas sociales y mucho más como algo completamente ajeno a los intereses del pueblo trabajador. No se trata solo de creer que hay “instituciones corruptas”, o “desidia” por parte de la dirigencia política, se trata de un sentimiento que expresa una pérdida. Una pérdida que tiene que ver con la idea de que las instituciones a través de las cuales nos gobiernan no tienen nada que ver con nosotros, con los intereses populares. Esa es la brecha. En ese marco no es casual que la política se vuelva “espectáculo”, es decir, ficción, y los políticos sus actores.
Fiel reflejo de esta realidad fue lo que se pudo observar en un programa televisivo por estos días. Allí se invitó para que cuenten sus problemas a una veintena de damnificados. Todos fueron ubicados en unas gradas, ubicación de lujo para presenciar todo el espectáculo en primera fila. Ah…por cierto, el espectáculo no podría ser más patético: dos candidatos a presidente, tal vez los dos con más chances según las encuestas, acusándose uno al otro para sacar una tajada política a costa de las desgracias de miles de bonaerenses. Quienes se ubicaron en esas gradas, esos mismos que venían de perder parte de sus cosas, algunas incluso indispensables para vivir, tenían que escuchar las excusas de un gobernador, el potencial candidato presidencial del Frente Para la Victoria, que terminó jugando un partidito de fútbol la tarde del lunes, en medio del dramatismo de los inundados; “Estuve media hora. Llegué con el partido empezado, pasé a saludar” (…) “Para mí el deporte me cura la salud, me hace bien a la salud ¿está mal hacer deportes? Otros se tienen que drogar o tomar alcohol o pastillas. Yo hago deporte” (http://www.clarin.com/politica/Scioli-Massa-inundaciones-polemica_0_1241876152.html) ¿Vale la pena agregar algo más? Luego de semejante explicación, Scioli acusó a Massa de hacerle una “operación política”, a la vez que lo responsabilizó por la “proliferación sin precedentes de barrios cerrados, que ha ido en detrimento de los vecinos que los rodean”. La respuesta del ex intendente de Tigre era esperable: “La normativa provincial lo que establece es que cada urbanización especial la firma por decreto el gobierno de la provincia”, y agregó “en Valentín Alsina donde están con el agua hasta las rodillas (…) no hay barrios cerrados”. Tal vez tanto Massa como Scioli terminen dándole la razón al ministro de Desarrollo Social bonaerense, Eduardo Aparicio, al señalar porqué las inundaciones afectan a “todos”, sin distinción de clase: “en un momento llega para todos. Dios es justo, de arriba nos mira a todos por igual”. Sobran las palabras. Al finalizar este cruce entre futuros candidatos, una mujer que se encontraba entre las gradas, posiblemente abrumada después de escuchar tanta miseria, repudió semejante espectáculo y acusó a la producción porque habían sido invitados para hablar de sus problemas, cosa que pudieron hacer finalmente en un corto tiempo. La brecha entre esos políticos “presidenciables” y los damnificados no podía haber quedado mejor y más groseramente expuesta.
No faltará quiénes vean en esto algo anecdótico. O que se termine personalizando lo miserable de cada una de esas frases que ya han dejado de tener, hace rato, efecto exculpatorio frente a la población que escucha. Sin embargo, tal vez sea conveniente pensar en algo mucho más profundo que eso: la descomposición del capitalismo, aquí y en el mundo, transfiere a sus instituciones su propia podredumbre. Lo que está en descomposición no son los Scioli ni los Massa, lo que está en descomposición es el capitalismo y sus instituciones. Por eso resulta perfectamente “compatible” que inundaciones como esta última o la de La Plata que afectaron a miles de personas se genere luego de años de crecimiento económico a tasas históricas. Se sabe quiénes fueron los principales beneficiarios de ese crecimiento, los que, al decir de la Presidenta, “se la llevaron en pala”.
El desafío entonces no es revitalizar las instituciones, ni mucho menos “mejorarlas”. Como así tampoco el desafío es “humanizar al capitalismo”. El desafío es cambiar la lógica con la que se organiza la sociedad. Que sea el pueblo trabajador el que protagonice y decida los futuros cambios, sin esperar que provengan “de arriba” (¿hacen falta más inundaciones para demostrar lo inútil para los “de abajo” de seguir a la espera?). Que se auto-organice, que no delegue. Que profundice la brecha. En fin, que deje de estar sentado en las gradas escuchando las excusas de los políticos de turno.
El primer paso está dado. La brecha está abierta. Las inundaciones no la pudieron tapar….