BALANCE DEL RESULTADO ELECTORAL
Macri se va, se abre un enorme desafío para el pueblo trabajador
El resultado de las elecciones generales terminó de confirmar lo que ya se había expresado en las PASO: el rechazo de la mayoría de la población al gobierno de Macri y su política de ajuste.
El pueblo le dijo BASTA e hizo sentir el malestar acumulado de tantos años donde las condiciones de vida retrocedieron sistemáticamente. Un malestar social que siempre chocó con las direcciones políticas y gremiales que nunca se pusieron al servicio de la lucha: por el contrario, le ataron las manos a la población y lograron que ese malestar se canalice electoralmente, quedando esa instancia como la única que se vio posible para expresar el rechazo a la política oficialista.
De esa expresión de rechazo, un sector de la población que votó por Alberto Fernández lo hizo como parte de una identificación con el gobierno anterior (minoritario pero firme que todavía conserva), mientras que otro muy numeroso lo hizo porque encontró en el candidato del Frente de Todos una herramienta útil para pegarle a Macri, aunque sin depositar en él grandes expectativas.
Sin embargo, el resultado del 27 de Octubre mostró un recorte en la distancia entre Fernández y Macri a favor de éste último. Es difícil de entender esta recuperación del candidato oficialista si no se lo enmarca en la etapa de crisis de representación que se desarrolla aquí y en el mundo. Una crisis que se expresa en el vaciamiento de los partidos políticos y en la pérdida de credibilidad de la dirigencia política y del régimen en general y sus instituciones. Todo lo cual lleva elección tras elección a un predominio cada vez más marcado del “voto contra”.
Al despertar cada vez menos expectativas, cada candidatura pelea el voto azuzando el temor por la que está enfrente. A partir de las PASO, la contundencia del resultado le sirvió al macrismo para avivar el temor de la vuelta del kirchnerismo, lo que a la luz del resultado le fue útil para captar una masa de votos que inicialmente no tuvo. Y le dio un marco y estímulo para las convocatorias a las marchas del #SiSePuede en las cuales el oficialismo agitaba, de la mano de sus personajes más reaccionarios como Bullrich, Pichetto, y en otro plano Carrió, el fantasma de la vuelta del kirchnerismo, adjetivándolo con los calificativos más variados, desde corruptos hasta narcos, señalando el “peligro que corría la democracia”, denuncias de fraude, etc. La respuesta del Frente de Todos fue pedir el voto destacando la necesidad de darle un rechazo definitivo a Macri viendo la utilidad de acentuar esa polarización.
Todo esto fue condicionando el escenario electoral de tal manera que las elecciones generales del 27 de Octubre terminaron operando como una suerte de “ballotage” en el que parecía haber solo dos candidatos y donde el “voto contra” adquirió un peso significativo.
Así como en los últimos meses no hubo luchas con la fuerza suficiente para desbordar los chalecos de fuerza de la dirigencia política y gremial y de la política de canalización electoral de la indignación y desesperación creciente, tampoco hubo expresiones de sectores obreros y populares que eligieran mostrar su rechazo a las condiciones en que se vive por fuera de la polarización así armada.
Esta polarización quitó, entonces, casi por completo espacio para otras fuerzas, incluida la izquierda clasista. Tampoco alentó expresiones de un “voto bronca”. En este sentido la dirigencia política tradicional, la misma que gobernó durante décadas, ha logrado canalizar tras de sí la enorme mayoría de los votos y ciertas expectativas. Sin embargo, en tiempos de crisis de representación esta polarización no implica reeditar el viejo bipartidismo. A diferencia de años atrás, los partidos hoy están vaciados. Macri y el PRO ha sido y es expresión de ese vaciamiento, pero también lo es el Frente de Todos, subproducto de la crisis del PJ que como tal ya no existe. Como se vio en la campaña, el próximo gobierno asumirá ganando una elección a partir del amontonamiento de dirigentes. Los que ayer se mataban y denunciaban hoy coyunturalmente están juntos. Massa y el mismo Alberto Fernández son ejemplos de ello. En el caso de este último, acaba de ser elegido presidente quien hasta hace algunos meses era un oscuro y gris operador sin liderazgo ni votos, y que se había ido del gobierno anterior incluso denunciando a la ex presidenta. Hoy se vuelven a juntar solo para ganar una elección. Habrá que ver hasta cuándo.
Por su parte, Alberto Fernández y el Frente de Todos también expresan no solo esa crisis del PJ, sino también el “fin del kirchnerismo” entendido como proyecto político de una etapa histórica que se cerró. Ya no existe aquel contexto nacional, regional e internacional que existía cuando asumió Néstor Kirchner donde los precios de los commodities estaban por las nubes y los pagos de deuda suspendidos permitiendo que ingresaran muchos más dólares que los que se iban. Por el contrario, con la economía mundial desacelerándose, con economías regionales en crisis, y con graves problemas socioeconómicos locales, entre los cuales se encuentra una impagable Deuda Externa, el próximo gobierno asumirá con márgenes de acción mucho más acotados que en el 2003, entre otras cosas además por el monitoreo constante del Fondo Monetario Internacional que a cambio de renegociar la deuda que se tiene con el organismo exigirá reformas antipopulares como la flexibilización laboral (que funcionarios cercanos a Alberto Fernández ya han dicho que piensan hacerla en forma “sectorizada”), la reforma previsional y mayores ajustes. Y más recorta los márgenes el formidable proceso de protesta y movilización, en una parte importante autoconvocada, que recorre la región, con sus picos en Ecuador y especialmente en Chile, que más tarde o más temprano con sus propias características también se expresará aquí.
Es por este complejo escenario, nada alentador para el pueblo trabajador, que Alberto Fernández planteó la necesidad para el inicio de su gobierno de un “pacto social” entre empresarios (los mismos que para cubrirse vienen remarcando precios de antemano hace meses) y la dirigencia sindical (la misma que brindaba en Olivos con Macri), bendecido y respaldado por la Iglesia. Como lo señalamos más arriba, el escenario de polarización (y la falta de luchas importantes) cercenó el espacio para la izquierda, tanto para la izquierda clásica representada en el FIT-U como para expresiones de una izquierda alternativa como Autodeterminación y Libertad. El retroceso en los votos ha tenido que ver fundamentalmente con ese “voto útil” que un sector mayoritario de la población aprovechó para sacar a Macri. No obstante, creemos haber hecho una valiosa campaña política en función de las perspectivas abiertas aquí, en la región y en el mundo.
Frente a un gobierno ajustador como el de Macri y las propuestas de pactos por arriba de Alberto Fernández, desde Autodeterminación y Libertad aprovechamos la campaña para plantear la necesidad de enfrentar desde abajo las políticas que nos quieren imponer desde el poder político y económico de la mano del FMI, partiendo de desconocer el acuerdo con el organismo y dejar de pagar la Deuda Externa como primeros pasos para construir un proyecto alternativo al sistema de explotación capitalista y sus instituciones.
Para ese objetivo sostuvimos como indispensable recoger los potentes ejemplos de la rebelión de las mujeres, los chalecos amarillos en Francia, los jóvenes que pelean contra el cambio climático o más recientemente los impresionantes ejemplos de movilización en Ecuador y Chile, este último mostrando un potente camino de movilización autoconvocada que está poniendo en crisis todo el andamiaje institucional chileno, como los únicos caminos para enfrentar los ajustes que querrán imponer. Una intervención electoral muy diferente de la campaña realizada por el FIT-U, que ha puesto en un lugar central la obtención de bancas para la izquierda (incluyendo afiches en CABA señalando que “faltan 35.000 votos” para que ingrese una diputada, sin más consigna que esa) alentando expectativas en la vía electoral y parlamentaria para lograr cambios a favor del pueblo trabajador.
De la mano de estos ejemplos de lucha y con un horizonte anticapitalista, aprovechamos fundamentalmente la campaña, confrontando con todos los partidos y también con el FIT, para plantear la necesidad de dejar de buscar líderes o partidos que nos dirijan y pelear porque en ese tipo de procesos avancemos en auto-organizarnos y auto-dirigirnos.
Convencidxs de que si lo hacemos la posibilidad de triunfar es posible, creemos que ese es el desafío de esta época: pelear contra la cultura del poder institucional y económico de que necesitamos dirigentes y, en cambio, desatarnos las manos para pelear y decidir desde abajo contra los de arriba.
Cómo l fue a ayl en estas elecciones