Sin plata y sin vergüenza
*Por Naomi Klein
Una buena noticia de Bagdad: la Oficina de Administración de Programas de la Autoridad Provisional de la Coalición, que supervisa 18.400 millones de dólares en fondos de reconstrucción norteamericanos, ha establecido finalmente una meta que puede cumplir. Si bien es cierto que el flujo de energía eléctrica está por debajo de los niveles de preguerra, las calles son ríos de aguas cloacales y más iraquíes han sido despedidos que contratados, hay razones para el optimismo. La oficina ha contratado la firma de mercenarios británicos Aegis para proteger a sus empleados de “asesinatos, secuestros, lesiones” y … “del bochorno”.
Ignoro si Aegis logrará proteger a los empleados de la Oficina de Administración de Programas de ataques violentos, pero ¿del bochorno? Diría que la misión ha sido cumplida. La gente a cargo de la reconstrucción de Irak no puede sentirse abochornada, pues claramente carece de toda vergüenza .
En los días previos a la solapada entrega de parte de la soberanía a los iraquíes, la autoridad de ocupación se ha mantenido impertérrita en sus esfuerzos por robar el dinero que estaba aparentemente destinado a ayudar a un pueblo devastado por la guerra.
El Departamento de Estado se apropió de 184 millones de dólares que estaban destinados originalmente a construir plantas de purificación de agua y los destinó a la construcción de una lujosa embajada norteamericana en lo que había sido previamente el palacio de Saddam Hussein.
Debido a que faltaban mil millones de dólares para concluir la construcción de la embajada, el subsecretario de Estado Richard Armitage dijo que se había visto obligado a “robarle a Pedro para pagarle a Pablo”. De hecho, a quien le está robando es al pueblo iraquí , que, según un estudio del grupo de defensa del consumidor Public Citizen, enfrenta “epidemias de cólera, diarrea, náuseas y afecciones renales” por beber agua contaminada.
Si el que fue jefe de la ocupación, Paul Bremer, y sus empleados sintieran algo de vergüenza, deberían experimentar cierta turbación por haber gastado sólo 3.200 de los 18.400 millones de dólares asignados por el Congreso estadounidense. Y ésa es la razón por la que los esfuerzos de reconstrucción están desastrosamente atrasados.